Comenzamos preparando la masa quebrada para la base del quiche. Para ello, mezclamos en un bol la harina, la mantequilla fría cortada en cubos pequeños y una pizca de sal. Con la ayuda de las manos, deshacemos la mantequilla hasta que quede completamente integrada en la harina.
A continuación, añadimos un huevo y seguimos amasando hasta obtener una masa homogénea. Si la masa queda demasiado seca, podemos añadir un poco de agua fría. Una vez que tenemos la masa lista, la cubrimos con papel film y la dejamos reposar en la nevera durante al menos media hora.
Mientras la masa reposa en la nevera, preparamos el relleno del quiche. En una sartén, calentamos un poco de aceite de oliva y salteamos el jamón serrano cortado en trozos pequeños hasta que esté dorado y crujiente. Una vez que el jamón está listo, lo dejamos enfriar.
En un bol, batimos los huevos junto con la nata para cocinar y el queso rallado. Salpimentamos al gusto y mezclamos bien todos los ingredientes.
Una vez que la masa ha reposado en la nevera, la sacamos y la estiramos con un rodillo sobre una superficie ligeramente enharinada. Colocamos la masa en un molde para quiche previamente engrasado con aceite de oliva y retiramos los bordes sobrantes.
Vertemos el relleno sobre la masa y colocamos los trozos de jamón serrano por encima. Horneamos el quiche a 180 grados durante unos 30-35 minutos, hasta que la masa esté dorada y el relleno haya cuajado.
Una vez que el quiche está listo, lo sacamos del horno y lo dejamos reposar unos minutos antes de desmoldarlo. Podemos servirlo caliente o frío, acompañado de una ensalada fresca y una copa de vino blanco. ¡Buen provecho!